"Al entrar en la callejuela, no pude evitar la profunda sensación de tristeza que me invadió. No había nadie; el sol de la mañana aún no se había levantado suficiente, como para que sus rayos pudieran despejar las sombras que la cubrían. Me detuve en aquel lugar, a mi izquierda, a unos cinco metros de altura, una puerta en la pared daba acceso a un balcón que recorría el lateral de la casa. A mi derecha, a la misma altura que el balcón, una estrecha ventana rompía la pared de ladrillos con el único propósito de permitir la entrada a un poco de luz; un poco de luz que a esta hora de la mañana no era más que una sombra; una sombra llena de tristeza. Sentí que mis ojos se humedecían mientras una dolorosa sensación en el paladar me impedía tragar saliva. Por un momento pensé que debería irme y olvidar por qué estaba allí. Al fin y al cabo, los sucesos relacionados con aquel lugar no tenían gran relevancia. A menudo los interrogados se encogían de hombros y preferían callar. Tal vez por eso estaba yo allí; de alguna manera, aquellas vidas me afectaban personalmente y eso me obligaba a recordar lo sucedido."
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